Locales

El lenguaje inclusivo se empieza a meter en las aulas

“Les Romanes, les plebeyes... les, les, les”. El aula se llena de sorpresa. “Vamos, profe, escriba bien”, fue la primera reacción. López con

“Les Romanes, les plebeyes... les, les, les”. El aula se llena de sorpresa. “Vamos, profe, escriba bien”, fue la primera reacción. Germán López continúa como si nada extraño ocurriera. Sigue explicando el proceso social de conformación del imperio romano. Cada tanto consulta si se entiende lo que intenta explicar.

“Nada obliga a usar el lenguaje inclusivo, pero es una forma de nombrar a todos”, dice ante las miradas atentas. Tras eso aparecen las opiniones que se dan en el marco del respeto y de la aceptación de la diferencia. Unas voces están a favor, otras manifiestan indiferencia y hay posiciones en contra. El profesor avala todo; o mejor dicho, López no habla de lo que está bien o mal, deja que las palabras suenen, que las opiniones circulen y que cada quien asuma su posición en libertad. La brecha de la que tanto se habla queda así de pequeña cuando la conversación es respetuosa y las personas no imponen una sola mirada.

Aprendimos mucho más que “Imperio romano, bolilla uno” en la escuela Roma.

Casuística

“Por favor, mi nombre no puede aparecer en el diario”. La frase muestra un paisaje árido, tenebroso. Estamos lejos del Roma. Una profesora da la materia Comunicación, Cultura y Sociedad en dos colegios de la ciudad de Córdoba y utiliza el lenguaje inclusivo. Sus estudiantes, cuando no lo usa, subrayan el olvido.

“Hay posiciones en contra, muy en contra; pero otras a favor. Tiene mucho que ver la institución. En uno de los colegios puedo trabajar estereotipos de género y puedo aplicar lenguaje inclusivo, pero en la otra hay resistencia”, dice C.

Otra profesora que pide que no se publiquen sus datos cuenta que da clases en cuarto, quinto y sexto año de una escuela ubicada en la zona norte de la Capital. “Este año fue muy revolucionado por los debates en el aula, atravesados por el proyecto de legalización del aborto, la ley de Educación Sexual Integral (ESI) y el lenguaje inclusivo”, relata.

Empezó a usarlo en broma, cuando el tema se instaló en las redes sociales. Luego de una capacitación que se realizó en el colegio, usó el “lenguaje inclusivo” con mayor frecuencia.

“Eso no está todavía en la RAE, me reclaman. Me revolean los ojos y hay miradas de reproche. Por lo general, son varones que se sienten avasallados”, relata N.

Como estas dos, hay experiencias a montones. Hay docentes que invitan al estudiantado a implementarlo, en otros colegios se usa a veces y la resistencia es relativa, también sucede que las direcciones llaman y piden explicaciones. En la mayoría de los casos, no hay un acuerdo general.

Hay casos con discusiones más avanzadas. Constanza San Pedro es docente primaria en el Colegio San José, de la calle Sol de Mayo, de barrio Alto Alberdi. En su escuela existe libertad para elegir el modo de hablar con estudiantes.

“Es interesante el hecho de que en las aulas nos demandan que utilicemos el lenguaje inclusivo”, se entusiasma San Pedro. Se trata de los grados segundo y tercero, en los que ella practica la docencia.

“Toda educación es política y sexual. El lenguaje es un constructor central de sentidos y de subjetividades. Por eso es tan necesario que entre en la disputa por el respeto de la diversidad de género”, piensa la docente.

 La RAE se mete en tema

Darío Villanueva Prieto, director de la Real Academia Española, habló el martes con La Voz. “Nosotros tomamos como una obligación atender a este asunto. La lengua está evolucionando continuamente, pero tenemos que advertir de algunos riesgos y algunos problemas”, dijo.

La equis y el arroba no tienen pronunciación, y a la “e” le tienen miedo.

“Si tenemos un poco de memoria, podemos recordar que en español ‘presidente’ dio lugar a ‘presidenta’. Es decir que la letra ‘e’ ya estaba instalada, y se consideró que era discriminatoria”, discutió Villanueva Prieto.


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